El mito llevaba más de una década dormido, pero la directora Nia DaCosta junto a Jordan Peele, han conseguido despertarlo, esta vez, completamente adaptado al siglo XXI.
El regreso de la leyenda urbana “Candyman” ha sido con todo.
Ya en los cines del país desde el 26 de agosto y como número uno en la cartelera estadounidense, el villano/antihéroe de raza negra sigue demostrando que es mucho más que un personaje de terror.
En esta nueva entrega, del mismo nombre que la original, la historia de Daniel Robitaille cobra aún más sentido y simbolismo, dándole un nuevo valor a sus predecesoras. Pero ojo, NO es un remake, sino una continuación y profundización de la película de 1992.
El guion de Jordan Peele, Win Rosenfeld y Nia DaCosta (quien también dirige) recoge la esencia de la historia original y la reescribe a la actualidad de 2021, donde persiste la segregación racial, la lucha de clases, las diferencias económicas y los asesinatos por ser diferente, sólo que ahora la voz de denuncia es mucho más fuerte y clara.
Anthony McCoy (Yahya Abdul-Mateen II), quien en el filme original era un bebé, hoy es un artista visual en ascenso y vive en Chicago con su novia, directora de una galería de arte. Poco a poco, él irá descubriendo qué lo une a la leyenda urbana de Cabrini-Green.
En una reunión le comentan sobre Candyman, entrando en una suerte de obsesión y seducción con el tema. Esto primero afecta su arte y luego su vida. Poco a poco se adentra en la historia gracias a un hombre llamado William Burke (Colman Domingo), aunque Candyman del que le habla en primera instancia, era en vida Sherman Fields (Michael Hargrove), una persona con un garfio por discapacidad, acusado injustamente de dar dulces a una niña blanca con navajas dentro, esto en 1977, al que la policía asesina de manera brutal en Cabrini-Green, cuando un pequeño William les advirtió de su presencia, sin querer.
Una vez consumido por todo lo que va investigando, McCoy, se da cuenta que ya su vida se había cruzado con la de Candyman en el pasado, pero esa vez con Daniel Robitaille. Entendiendo que él ha sido sólo el primero, el gestor de un grupo de cuatro hombres más de raza negra, víctimas de crímenes de odio, quienes luego de la muerte buscan justicia, para que nadie olvide este tipo de horrores, pero causando aún más horror.
CANDYMAN (1992)
El cuento corto de Clive Barker (Hellraiser, Nightbreed) llamado “The Forbidden” llegó al cine en 1992, dirigido por el estrafalario Bernard Rose (Paperhouse). Su argumento gira en torno a Helen Lyle (Virginia Madsen), una estudiante de postgrado que investiga leyendas urbanas en Chicago junto a una compañera. A ellas llega la historia de Candyman (Tony Todd), un mito muy popular especialmente en el sector de Cabrini-Green, un complejo de edificios tipo vivienda social, donde habita gente afroamericana pobre, abundan los pandilleros y los delitos están a la vuelta de la esquina. Un lugar peligroso, en el que todos temen o veneran a este espíritu que, supuestamente, aparece cuando es invocado cinco veces frente a un espejo, ocupa un largo abrigo y tiene un gancho por mano.
A medida que su investigación avanza, se entera que Candyman era, originalmente, Daniel Robitaille, hijo de un esclavo que prosperó durante la Guerra Civil tras inventar un sistema para producir zapatos en masa, por lo que tuvo una buena educación y se convirtió en artista. Pero que, tras enamorarse y tener un hijo con Caroline Sullivan, una mujer blanca, fue linchado por una multitud iracunda contratada por el padre de su amante. Primero le mutilaron su mano derecha y se la reemplazaron por un gancho, luego lo untaron con miel de un colmenar, para que las abejas lo mataran con miles de picaduras. Antes de morir, Robitaille es obligado por el señor Sullivan a mirar su reflejo moribundo en un espejo, el cual Caroline guarda y luego entierra. Finalmente, su cadáver fue quemado y sus cenizas esparcidas por el área de Cabrini-Green. Desde ese momento nace esta especie de vengador, que vuelve por sangre para derramar y calmar el dolor causado.
Helen escéptica, realiza el ritual para llamarlo, pero en ese momento, su vida dará un giro mortal. Porque, de a poco, Candyman comenzará a asesinar gente, solamente para vincular a Helen en ellos, y así crear una nueva leyenda que los haga eternos a ambos.
Con elementos románticos más propios de Drácula o El Fantasma de la Ópera, este “pseudo-slasher” noventero generó revuelo en su década, principalmente por ser considerada erróneamente como la respuesta afroamericana a los ‘psychokillers’ más populares, como Jason Voorhees, Freddy Krueger o Michael Myers, no obstante, es otra cosa.
Con un argumento mucho más denso de lo que parece, la cinta de Bernard Rose, destaca principalmente por su atmósfera malsana y onírica, además de un solapado ambiente de tensión racial. Con sustos logrados, gore llamativo, una excelente fotografía y una banda sonora de Phillip Glass cautivadora, además de las grandes interpretaciones de Virginia Madsen y Tony Todd, como el elegante, cautivador y siniestro Candyman.