“Stella, una vida”: la historia real de la espía judía que traicionó a su pueblo durante el holocausto
La cinta está basada en las actas del juicio del tribunal militar soviético de 1946 y del tribunal de Moabit (Berlín) de 1957.
Una dicotomía impactante que muestra el lado luminoso y oscuro, bueno y malo, inocente y culpable de una de las víctimas del holocausto, es en palabras simples el drama que narra la película “Stella, una vida", dirigida por el cineasta alemán Kilian Riedho.
El largometraje cuenta la historia real de Stella Goldschlag, una cantante de jazz judía que entre 1943 y 1945 entregó a cientos de compatriotas a la Gestapo para que no la enviaran al campo de concentración de Auschwitz.
La cinta empieza con escenas de alegría y regocijo. En los primeros minutos se ve a la protagonista ensayar con su banda. Su sueño es migrar a Estados Unidos y convertirse en una artista famosa. Luego la pantalla se va a negro y la joven aparece en una fábrica de armas. Han pasado varios sucesos desde las imágenes anteriores. Ahora Stella está casada con Manfred Kübler (Damian Hardung), un integrante de su grupo musical, es obligada por el régimen nazi a realizar trabajos forzados y vive escondida en un sótano, porque el holocausto ha comenzado.
Lamentablemente, su esposo es capturado y llevado a un campo de concentración. Tiempo después la cantante establece una relación con Rolf, un judío que vende pasaportes falsos. El romance se intensifica y se van a vivir juntos. Con tal de generar dinero y de ayudar a sus padres, la joven se une al negocio de su novio. Cierto día la policía la arresta y le exige que le revele dónde vive un judío que le entregó documentos de identidad, ella se niega a hablar y la golpean sin piedad. Las imágenes son muy fuertes y realistas.
Como Stella no colabora la Gestapo le advierte que la enviara junto a sus padres a un campo de concentración, para que esto no ocurra acepta ser una espía. En ese minuto con 21 años se convierte en una opresora de su pueblo y comienza a delatar a cientos de personas, incluso a sus propios amigos, algunos de ellos papás de niños pequeños. Cuando se da cuenta de que no conoce a más gente a quien pueda entregar convence a los policías alemanes de que liberen a Rolf y lo dejen trabajar como cazajudíos para que capture a sus ex clientes.
Más tarde la protagonista se da cuenta de que todo el daño que hizo fue en vano, porque la Gestapo no cumplió el trato que tenían y envió a sus padres a un campo de concentración. Posteriormente la película muestra el juicio que enfrentó la artista en 1957 por colaborar con el régimen nazi y provocar la muerte de cientos de personas. En ningún momento ella reconoce que fue culpable, al contrario, intenta conseguir testigos que hablen a su favor para así quedar libre. Finalmente, es condenada a diez años de prisión, pero no es encarcelada, porque después de la segunda guerra mundial un tribunal militar ruso la sentenció a estar una década privada de libertad y acababa de cumplir la condena.
La cinta no busca enjuiciar a Stella. De hecho, muestra que después del holocausto lo pasó mal, porque la gente la detestaba, incluso su hija, y que esto le afectó tanto que intentó quitarse la vida. Más bien la película invita a los espectadores a que se pongan en el lugar de la joven y que se pregunten si se puede ser víctima y opresor al mismo tiempo y qué estarían dispuestos a hacer para salvar su vida y la de sus seres queridos.
La forma en que se narra la historia es muy atrapante, porque tiene ritmo, buenos giros, una excelente ambientación e impecables interpretaciones. Sobre todo destaca el trabajo de la actriz Paula Beer (Cielo Rojo, Undine, En Transito, Frantz), quien se luce en su rol protagónico gracias a su gran versatilidad.
“Stella, una vida” es un gran acierto cinematográfico que aporta una nueva arista en el relato del holocausto. Con esta tremenda película el director Kilian Riedho enfatiza que es importante recordar para no repetir. Sin duda, un largometraje cien por ciento recomendado.