La ópera prima de la actriz Paola Cortellesi tiene una tremenda carta de presentación. En octubre de 2023, la cinta “Siempre habrá un mañana” venció en Italia a los fenómenos mundiales “Barbie” y “Oppenheimer”, y se convirtió en la película más vista del año. Como si esto fuera poco, el largometraje se transformó en el film italiano dirigido por una mujer que más éxito ha tenido en el país. ¿Cómo esta película logró ganarle a dos gigantes de la industria del cine? El largometraje tiene varios elementos cautivantes. En primer lugar, es una cinta hermosa y tremendamente inspiradora que aborda un tema relevante: la violencia hacia la mujer y la vulneración de sus derechos durante los años 40'. Segundo, cuenta la historia en blanco y negro y fusiona en el relato el drama, la comedia y algunas escenas de coreografías propias de los musicales. Y por último y no menos importante, el elenco realizó un excelente trabajo actoral, sobre todo Paola Cortellesi, quien además de dirigir, protagoniza el film. Esta original película sigue la vida de Delia, una mujer que es golpeada sin piedad por su esposo Ivano. Durante años ha soportado el maltrato en silencio para proteger a sus hijos. En el vecindario todos saben el calvario que sufre, pero nadie hace nada, porque la violencia intrafamiliar está totalmente normalizada. Incluso la protagonista justifica a su agresor diciendo que se comporta así, porque fue a dos guerras. Delia también tiene que soportar a su suegro déspota, quien le dice que es una buena dueña de casa, pero que tiene que aprender a callarse. A pesar de que no se llevan bien, lo cuida, porque está postrado. Fuera de casa la situación no es muy diferente. En los cuatro trabajos part-time que tiene hay violencia de género y se manifiesta de distintas maneras. Por ejemplo, en el taller donde confecciona paraguas le pagan menos que a su compañero solo por ser mujer, en el edificio donde lava sábanas no la dejan usar el ascensor, en su trabajo como cuidadora de enfermos se da cuenta de que incluso en las familias adineradas los hombres no consideran la opinión de sus esposas, y en la tienda donde vende las prendas que hace en sus tiempos libres ve como a la dueña del local la miran en menos por ser mujer. Al llegar a casa, después de trabajar arduamente, Ivano le exige que le entregue el dinero que ganó. Dice que es para pagar las cuentas del hogar, pero usa parte de la plata para comprar alcohol. Su hija mayor Marcella (Romana Maggiora), también siente que sus derechos son vulnerados, especialmente por su padre, quien no la deja ir al colegio, pero a sus hermanos sí por ser hombres. Su única esperanza es casarse con su novio Giulio (Francesco Centorame), un joven de buena situación económica, porque cree que a su lado será libre. Después de un tiempo la protagonista se da cuenta que el muchacho es machista y agresivo y que si su hija contrae matrimonio con él repetirá el mismo patrón. Mientras Delia intenta salvar a Marcella recibe una misteriosa carta que la impulsa a pelear por los derechos de las mujeres con acciones concretas. Este documento le da un vuelco inesperado a la historia. Si bien la cinta aborda un tema fuerte, las imágenes no resultan chocantes, porque en las escenas de violencia intrafamiliar los golpes se representan con coreografías. Este recurso ayuda a graficar que el maltrato sigue latente y que se ha normalizado. La decisión de mostrar todo en blanco y negro también es un acierto, porque recuerda lo gris que se vuelve la vida cuando se viven situaciones de violencia. La exitosa película se comienza a exhibir en las salas de cine de nuestro país a partir de este jueves 27 de junio. Quienes vayan a verla no se arrepentirán, porque es una propuesta distinta, que atrapa a los espectadores desde los primeros minutos con su mensaje potente y bien contado.
El director italiano Matteo Garrone irrumpió en el panorama cinematográfico mundial con “Gomorra” (2008), una brutal adaptación de la novela homónima de Roberto Saviano sobre la mafia napolitana, que radiografía el mundo criminal lejos del glamour que le ha impregnado muchas veces la cultura pop y el cine hollywoodense. Años más tarde, después de hacer un montón de cortometrajes publicitarios para empresas de lujo europeas como Bulgari, Renault y Dolce & Gabbana, el cineasta quiso volver al thriller, con “Dogman” (2018), una mirada al submundo italiano, la pobreza y los pueblos recónditos, sobre el dueño de una peluquería canina que se deja influenciar por un delincuente local. Con su nueva película, “Yo, Capitán” (Io Capitano), Garrone coge los elementos neorrealistas de sus anteriores trabajos para mostrarnos una impresionante historia inspirada en millones de personas que, año a año, deciden dejar sus hogares para llegar a otros países en busca de un futuro más próspero. Ambientada en la calurosa Dakar, en Senegal, la historia nos presenta a los primos Seydou ( Seydou Sarr) y Moussa ( Moustapha Fall), quienes fascinados por la cultura europea que ven a través de sus teléfonos móviles, deciden planear el viaje de sus vidas, esperando alcanzar el éxito en Italia con su música. Para ello, trabajan durante meses con el objetivo de ganar el dinero suficiente para el pasaje y poder sobrevivir allá, sin embargo, los adultos -especialmente la madre de Seydou- les advierten de los peligros que trae aquel periplo, y que no todos logran llegar vivos hasta el final. Así inicia una odisea que -en primer lugar- parece la entretenida aventura vista desde los ojos de dos adolescentes de 16 años, pero que rápidamente se ve empañada por la brutalidad de la realidad. El director italiano no tiene concesiones, ni el temor de mostrar lo que tienen que pasar nuestros protagonistas para poder lograr su misión. A lo largo de 2 horas, seremos testigos de la corrupción cruzando la frontera con Nigeria, miraremos a la muerte a los ojos en el Desierto del Sahara, las torturas de la mafia en los Centros de Detención en Libia y los terrores del mar en el puerto de Trípoli. Sin embargo, curiosamente el cineasta deja de lado el pesimismo de sus anteriores trabajos e impregna la cinta de un halo constante de esperanza. Probablemente lo mejor de “Yo, Capitán” sea la noble e intensa actuación de Seydou, un joven que no es actor profesional, pero que con su rostro logra emocionar más que cualquier académico. A lo largo de la historia, el adolescente madura prematuramente, se convierte en un verdadero hombre, buscando siempre ayudar a los demás, especialmente en la parte final, donde debe convertirse en el capitán de un barco y el responsable de la vida de cientos de personas. Filmada brillantemente por el director de fotografía Paolo Carnera, esta co-producción italiana, francesa y belga, está nominada solamente al Oscar a Mejor Película de Habla no Inglesa, pero podría haber sido considerada en cualquier otra categoría. Se trata de una fascinante, pero desgarradora cinta de aventuras, sumamente palpitante y necesaria para un mundo donde la migración se ha vuelto un tema constante. Ya está disponible en salas de cine chilenas.
La ópera prima de la actriz Paola Cortellesi tiene una tremenda carta de presentación. En octubre de 2023, la cinta “Siempre habrá un mañana” venció en Italia a los fenómenos mundiales “Barbie” y “Oppenheimer”, y se convirtió en la película más vista del año. Como si esto fuera poco, el largometraje se transformó en el film italiano dirigido por una mujer que más éxito ha tenido en el país. ¿Cómo esta película logró ganarle a dos gigantes de la industria del cine? El largometraje tiene varios elementos cautivantes. En primer lugar, es una cinta hermosa y tremendamente inspiradora que aborda un tema relevante: la violencia hacia la mujer y la vulneración de sus derechos durante los años 40'. Segundo, cuenta la historia en blanco y negro y fusiona en el relato el drama, la comedia y algunas escenas de coreografías propias de los musicales. Y por último y no menos importante, el elenco realizó un excelente trabajo actoral, sobre todo Paola Cortellesi, quien además de dirigir, protagoniza el film. Esta original película sigue la vida de Delia, una mujer que es golpeada sin piedad por su esposo Ivano. Durante años ha soportado el maltrato en silencio para proteger a sus hijos. En el vecindario todos saben el calvario que sufre, pero nadie hace nada, porque la violencia intrafamiliar está totalmente normalizada. Incluso la protagonista justifica a su agresor diciendo que se comporta así, porque fue a dos guerras. Delia también tiene que soportar a su suegro déspota, quien le dice que es una buena dueña de casa, pero que tiene que aprender a callarse. A pesar de que no se llevan bien, lo cuida, porque está postrado. Fuera de casa la situación no es muy diferente. En los cuatro trabajos part-time que tiene hay violencia de género y se manifiesta de distintas maneras. Por ejemplo, en el taller donde confecciona paraguas le pagan menos que a su compañero solo por ser mujer, en el edificio donde lava sábanas no la dejan usar el ascensor, en su trabajo como cuidadora de enfermos se da cuenta de que incluso en las familias adineradas los hombres no consideran la opinión de sus esposas, y en la tienda donde vende las prendas que hace en sus tiempos libres ve como a la dueña del local la miran en menos por ser mujer. Al llegar a casa, después de trabajar arduamente, Ivano le exige que le entregue el dinero que ganó. Dice que es para pagar las cuentas del hogar, pero usa parte de la plata para comprar alcohol. Su hija mayor Marcella (Romana Maggiora), también siente que sus derechos son vulnerados, especialmente por su padre, quien no la deja ir al colegio, pero a sus hermanos sí por ser hombres. Su única esperanza es casarse con su novio Giulio (Francesco Centorame), un joven de buena situación económica, porque cree que a su lado será libre. Después de un tiempo la protagonista se da cuenta que el muchacho es machista y agresivo y que si su hija contrae matrimonio con él repetirá el mismo patrón. Mientras Delia intenta salvar a Marcella recibe una misteriosa carta que la impulsa a pelear por los derechos de las mujeres con acciones concretas. Este documento le da un vuelco inesperado a la historia. Si bien la cinta aborda un tema fuerte, las imágenes no resultan chocantes, porque en las escenas de violencia intrafamiliar los golpes se representan con coreografías. Este recurso ayuda a graficar que el maltrato sigue latente y que se ha normalizado. La decisión de mostrar todo en blanco y negro también es un acierto, porque recuerda lo gris que se vuelve la vida cuando se viven situaciones de violencia. La exitosa película se comienza a exhibir en las salas de cine de nuestro país a partir de este jueves 27 de junio. Quienes vayan a verla no se arrepentirán, porque es una propuesta distinta, que atrapa a los espectadores desde los primeros minutos con su mensaje potente y bien contado.
El director italiano Matteo Garrone irrumpió en el panorama cinematográfico mundial con “Gomorra” (2008), una brutal adaptación de la novela homónima de Roberto Saviano sobre la mafia napolitana, que radiografía el mundo criminal lejos del glamour que le ha impregnado muchas veces la cultura pop y el cine hollywoodense. Años más tarde, después de hacer un montón de cortometrajes publicitarios para empresas de lujo europeas como Bulgari, Renault y Dolce & Gabbana, el cineasta quiso volver al thriller, con “Dogman” (2018), una mirada al submundo italiano, la pobreza y los pueblos recónditos, sobre el dueño de una peluquería canina que se deja influenciar por un delincuente local. Con su nueva película, “Yo, Capitán” (Io Capitano), Garrone coge los elementos neorrealistas de sus anteriores trabajos para mostrarnos una impresionante historia inspirada en millones de personas que, año a año, deciden dejar sus hogares para llegar a otros países en busca de un futuro más próspero. Ambientada en la calurosa Dakar, en Senegal, la historia nos presenta a los primos Seydou ( Seydou Sarr) y Moussa ( Moustapha Fall), quienes fascinados por la cultura europea que ven a través de sus teléfonos móviles, deciden planear el viaje de sus vidas, esperando alcanzar el éxito en Italia con su música. Para ello, trabajan durante meses con el objetivo de ganar el dinero suficiente para el pasaje y poder sobrevivir allá, sin embargo, los adultos -especialmente la madre de Seydou- les advierten de los peligros que trae aquel periplo, y que no todos logran llegar vivos hasta el final. Así inicia una odisea que -en primer lugar- parece la entretenida aventura vista desde los ojos de dos adolescentes de 16 años, pero que rápidamente se ve empañada por la brutalidad de la realidad. El director italiano no tiene concesiones, ni el temor de mostrar lo que tienen que pasar nuestros protagonistas para poder lograr su misión. A lo largo de 2 horas, seremos testigos de la corrupción cruzando la frontera con Nigeria, miraremos a la muerte a los ojos en el Desierto del Sahara, las torturas de la mafia en los Centros de Detención en Libia y los terrores del mar en el puerto de Trípoli. Sin embargo, curiosamente el cineasta deja de lado el pesimismo de sus anteriores trabajos e impregna la cinta de un halo constante de esperanza. Probablemente lo mejor de “Yo, Capitán” sea la noble e intensa actuación de Seydou, un joven que no es actor profesional, pero que con su rostro logra emocionar más que cualquier académico. A lo largo de la historia, el adolescente madura prematuramente, se convierte en un verdadero hombre, buscando siempre ayudar a los demás, especialmente en la parte final, donde debe convertirse en el capitán de un barco y el responsable de la vida de cientos de personas. Filmada brillantemente por el director de fotografía Paolo Carnera, esta co-producción italiana, francesa y belga, está nominada solamente al Oscar a Mejor Película de Habla no Inglesa, pero podría haber sido considerada en cualquier otra categoría. Se trata de una fascinante, pero desgarradora cinta de aventuras, sumamente palpitante y necesaria para un mundo donde la migración se ha vuelto un tema constante. Ya está disponible en salas de cine chilenas.