El mito del vampiro ha fascinado a la humanidad durante siglos, pero pocos personajes han dejado una marca tan profunda en el cine como Nosferatu. Inspirado en la novela Drácula de Bram Stoker, este icónico ser de la noche debutó en 1922, en la obra maestra de F.W. Murnau, y desde entonces ha sido reinterpretado, reimaginado y resucitado por cineastas de todo el mundo. A diferencia de los vampiros glamorosos y seductores que se popularizarían con el tiempo, Nosferatu es un ser grotesco y aterrador, símbolo del miedo a lo desconocido y de las sombras que acechan en la humanidad. Cada versión refleja los valores, las inquietudes y las estéticas de su tiempo: desde el expresionismo alemán de Murnau, con su atmósfera inquietante y su innovador uso de luces y sombras, hasta las versiones más modernas que exploran la tragedia detrás del monstruo, este vampiro sigue siendo un espejo de nuestros temores más profundos. Con el estreno de la versión de Robert Eggers en 2024, es un momento ideal para repasar las múltiples encarnaciones del personaje y entender por qué, más de un siglo después, Nosferatu sigue siendo una presencia inquietante y fascinante en la pantalla grande. Nosferatu: Eine Symphonie des Grauens (1922) Dirigida por F.W. Murnau La película que lo inició todo. Este clásico del expresionismo alemán, protagonizado por Max Schreck como el inquietante Conde Orlok, reescribió la narrativa de Drácula de Bram Stoker al evadir problemas de derechos de autor. Murnau construyó una atmósfera cargada de sombras y tensión, sentando las bases del cine de terror como lo conocemos. Su estética gótica y su innovador uso de la luz y la sombra han convertido a Nosferatu en un símbolo atemporal del género. A pesar de los intentos legales de destruir todas las copias, la película sobrevivió y se convirtió en una piedra angular del horror. Nosferatu: Phantom der Nacht (1979) Dirigida por Werner Herzog Herzog reimaginó la obra de Murnau, añadiendo su toque personal y una interpretación más introspectiva del vampiro. Klaus Kinski encarnó al Conde, otorgándole una vulnerabilidad trágica que lo distingue de su predecesor y lo presenta más como una figura trágica, más víctima que monstruo. Con una atmósfera melancólica y una banda sonora inquietante de Popol Vuh, Herzog transformó Nosferatu en una meditación sobre la soledad y la inmortalidad. Shadow of the Vampire (2000) Dirigida por E. Elias Merhige ¿Y si Max Schreck, el actor que interpretó al Conde Orlok en 1922, hubiera sido un vampiro real? Esa es la premisa de esta meta película del mismo director de Begotten, que mezcla ficción y realidad, con Willem Dafoe ofreciendo una interpretación escalofriante como Schreck. Una obra extraña y original que rinde homenaje al legado de Murnau mientras explora los límites entre arte y obsesión. Nosferatu a Venezia (1988) Dirigida por Augusto Caminito Un intento fallido pero fascinante de continuar la leyenda. Klaus Kinski regresó como Nosferatu, pero esta vez en una producción caótica que se distanció del estilo de Herzog. Situada en una decadente Venecia, esta película ofrece una versión más erótica y salvaje del vampiro en una búsqueda constante de redención, aunque su ejecución irregular la relegó a un estatus de culto. Se dice que su rodaje estuvo marcado por el caos, especialmente por el comportamiento errático de Kinski, sin embargo, la cinta destaca por su atmósfera gótica y los bellos paisajes venecianos.
El mito del vampiro ha fascinado a la humanidad durante siglos, pero pocos personajes han dejado una marca tan profunda en el cine como Nosferatu. Inspirado en la novela Drácula de Bram Stoker, este icónico ser de la noche debutó en 1922, en la obra maestra de F.W. Murnau, y desde entonces ha sido reinterpretado, reimaginado y resucitado por cineastas de todo el mundo. A diferencia de los vampiros glamorosos y seductores que se popularizarían con el tiempo, Nosferatu es un ser grotesco y aterrador, símbolo del miedo a lo desconocido y de las sombras que acechan en la humanidad. Cada versión refleja los valores, las inquietudes y las estéticas de su tiempo: desde el expresionismo alemán de Murnau, con su atmósfera inquietante y su innovador uso de luces y sombras, hasta las versiones más modernas que exploran la tragedia detrás del monstruo, este vampiro sigue siendo un espejo de nuestros temores más profundos. Con el estreno de la versión de Robert Eggers en 2024, es un momento ideal para repasar las múltiples encarnaciones del personaje y entender por qué, más de un siglo después, Nosferatu sigue siendo una presencia inquietante y fascinante en la pantalla grande. Nosferatu: Eine Symphonie des Grauens (1922) Dirigida por F.W. Murnau La película que lo inició todo. Este clásico del expresionismo alemán, protagonizado por Max Schreck como el inquietante Conde Orlok, reescribió la narrativa de Drácula de Bram Stoker al evadir problemas de derechos de autor. Murnau construyó una atmósfera cargada de sombras y tensión, sentando las bases del cine de terror como lo conocemos. Su estética gótica y su innovador uso de la luz y la sombra han convertido a Nosferatu en un símbolo atemporal del género. A pesar de los intentos legales de destruir todas las copias, la película sobrevivió y se convirtió en una piedra angular del horror. Nosferatu: Phantom der Nacht (1979) Dirigida por Werner Herzog Herzog reimaginó la obra de Murnau, añadiendo su toque personal y una interpretación más introspectiva del vampiro. Klaus Kinski encarnó al Conde, otorgándole una vulnerabilidad trágica que lo distingue de su predecesor y lo presenta más como una figura trágica, más víctima que monstruo. Con una atmósfera melancólica y una banda sonora inquietante de Popol Vuh, Herzog transformó Nosferatu en una meditación sobre la soledad y la inmortalidad. Shadow of the Vampire (2000) Dirigida por E. Elias Merhige ¿Y si Max Schreck, el actor que interpretó al Conde Orlok en 1922, hubiera sido un vampiro real? Esa es la premisa de esta meta película del mismo director de Begotten, que mezcla ficción y realidad, con Willem Dafoe ofreciendo una interpretación escalofriante como Schreck. Una obra extraña y original que rinde homenaje al legado de Murnau mientras explora los límites entre arte y obsesión. Nosferatu a Venezia (1988) Dirigida por Augusto Caminito Un intento fallido pero fascinante de continuar la leyenda. Klaus Kinski regresó como Nosferatu, pero esta vez en una producción caótica que se distanció del estilo de Herzog. Situada en una decadente Venecia, esta película ofrece una versión más erótica y salvaje del vampiro en una búsqueda constante de redención, aunque su ejecución irregular la relegó a un estatus de culto. Se dice que su rodaje estuvo marcado por el caos, especialmente por el comportamiento errático de Kinski, sin embargo, la cinta destaca por su atmósfera gótica y los bellos paisajes venecianos.