La cinta chilena “Los Años Salvajes” es una de esas películas que sorprenden por lo bien que logran equilibrar el drama con un humor seco y descarnado. Su trama gira en torno a Ricky Palace, un músico olvidado que fue parte de la Nueva Ola chilena, que sobrevive interpretando sus antiguos éxitos en un bar de Valparaíso. Pero cuando el local cierra y un obituario erróneo lo declara muerto, Ricky decide enfrentarse a Tommy Wolf, una estrella internacional que se ha apropiado de una canción que él grabó en su juventud. Así, lo que podría haber sido solo un retrato nostálgico se transforma, gracias a una dirección aguda y una actuación descomunal de Daniel Antivilo, en un viaje crepuscular que remite tanto al cine de Sam Peckinpah, como a Fat City de John Huston o The Wrestler de Darren Aronofsky. Su mayor virtud radica, quizás, en la interpretación magnética de Antivilo —a quien ya habíamos visto brillar en el brutal thriller “Matar a un Hombre”— quien encarna al decadente músico Ricky Palace con una mezcla de furia, patetismo y carisma que lo convierte en uno de esos personajes que se quedan grabados en la retina. Ricky Palace es, sin duda, uno de los grandes personajes del cine chileno reciente. Es un tipo que se resiste a morir, a apagarse, y en esa tozudez se vuelve entrañable. Pero el mérito no es solo de él. El reparto que lo rodea —donde destacan nombres como José Soza, Alejandro Goic, Daniel Muñoz y Nathalia Galgani— contribuye gracias a un “cine de personajes” a darle espesor a esta historia sobre redención, decadencia y dignidad. Además, hay una aparición especial de José Alfredo “Pollo” Fuentes, ícono de la Nueva Ola, que funciona como guiño emotivo y reafirma que esta película es también un homenaje a una era musical fundamental para nuestro país. Valparaíso no es solo el escenario de esta historia, sino que actúa como un personaje más. Su director, Andrés Nazarala —periodista, crítico de cine y director porteño— filma sus pasajes, cerros y bares con cariño y melancolía, convirtiendo la ciudad en una extensión del estado anímico de su protagonista: hermosa, ajada, decadente, pero aún con alma. También destaca la banda sonora original, compuesta especialmente por Sebastián Orellana para el filme y que incluso se puede encontrar en Spotify. Son canciones cargadas de personalidad que acompañan y expanden el mundo emocional de Ricky. Los Años Salvajes es una gran película chilena, no solo porque logra emocionar y divertir, sino porque habla con claridad del paso del tiempo, del olvido, de lo que muere… pero también de lo que resiste, aunque sea cantando en un bar de mala muerte. Ya está en salas chilenas.
El próximo 10 de abril se estrena en cines chilenosLos Años Salvajes, el segundo largometraje del director y crítico de cine Andrés Nazarala. Esta comedia dramática nos sumerge en la vida de Ricky Palace , un cantante de 65 años que, tras ser olvidado por la escena musical, sobrevive interpretando sus antiguos éxitos en un bar de Valparaíso. Cuando el local cierra y un obituario erróneo lo declara muerto, Ricky decide enfrentarse a Tommy Wolf, una estrella internacional que se ha apropiado de una canción que él grabó en su juventud. Esta búsqueda de justicia lo llevará a un viaje emocional desde el bullicio del puerto hasta la serenidad del bosque. El filme cuenta con un elenco destacado, encabezado por Daniel Antivilo en el papel de Ricky Palace, y acompañado por reconocidos actores como José Soza, Nathalia Galgani, Daniel Muñoz y Alejandro Goic. La música original, compuesta por Sebastián Orellana, añade una capa adicional de autenticidad y emoción a la narrativa. En Palco conversó con Andrés Nazarala sobre el proceso creativo detrás de “Los Años Salvajes”, las influencias que moldearon la historia y cómo Valparaíso se convierte en un personaje más dentro de la película. Revisa la entrevista completa a continuación:
La cinta chilena “Los Años Salvajes” es una de esas películas que sorprenden por lo bien que logran equilibrar el drama con un humor seco y descarnado. Su trama gira en torno a Ricky Palace, un músico olvidado que fue parte de la Nueva Ola chilena, que sobrevive interpretando sus antiguos éxitos en un bar de Valparaíso. Pero cuando el local cierra y un obituario erróneo lo declara muerto, Ricky decide enfrentarse a Tommy Wolf, una estrella internacional que se ha apropiado de una canción que él grabó en su juventud. Así, lo que podría haber sido solo un retrato nostálgico se transforma, gracias a una dirección aguda y una actuación descomunal de Daniel Antivilo, en un viaje crepuscular que remite tanto al cine de Sam Peckinpah, como a Fat City de John Huston o The Wrestler de Darren Aronofsky. Su mayor virtud radica, quizás, en la interpretación magnética de Antivilo —a quien ya habíamos visto brillar en el brutal thriller “Matar a un Hombre”— quien encarna al decadente músico Ricky Palace con una mezcla de furia, patetismo y carisma que lo convierte en uno de esos personajes que se quedan grabados en la retina. Ricky Palace es, sin duda, uno de los grandes personajes del cine chileno reciente. Es un tipo que se resiste a morir, a apagarse, y en esa tozudez se vuelve entrañable. Pero el mérito no es solo de él. El reparto que lo rodea —donde destacan nombres como José Soza, Alejandro Goic, Daniel Muñoz y Nathalia Galgani— contribuye gracias a un “cine de personajes” a darle espesor a esta historia sobre redención, decadencia y dignidad. Además, hay una aparición especial de José Alfredo “Pollo” Fuentes, ícono de la Nueva Ola, que funciona como guiño emotivo y reafirma que esta película es también un homenaje a una era musical fundamental para nuestro país. Valparaíso no es solo el escenario de esta historia, sino que actúa como un personaje más. Su director, Andrés Nazarala —periodista, crítico de cine y director porteño— filma sus pasajes, cerros y bares con cariño y melancolía, convirtiendo la ciudad en una extensión del estado anímico de su protagonista: hermosa, ajada, decadente, pero aún con alma. También destaca la banda sonora original, compuesta especialmente por Sebastián Orellana para el filme y que incluso se puede encontrar en Spotify. Son canciones cargadas de personalidad que acompañan y expanden el mundo emocional de Ricky. Los Años Salvajes es una gran película chilena, no solo porque logra emocionar y divertir, sino porque habla con claridad del paso del tiempo, del olvido, de lo que muere… pero también de lo que resiste, aunque sea cantando en un bar de mala muerte. Ya está en salas chilenas.
El próximo 10 de abril se estrena en cines chilenosLos Años Salvajes, el segundo largometraje del director y crítico de cine Andrés Nazarala. Esta comedia dramática nos sumerge en la vida de Ricky Palace , un cantante de 65 años que, tras ser olvidado por la escena musical, sobrevive interpretando sus antiguos éxitos en un bar de Valparaíso. Cuando el local cierra y un obituario erróneo lo declara muerto, Ricky decide enfrentarse a Tommy Wolf, una estrella internacional que se ha apropiado de una canción que él grabó en su juventud. Esta búsqueda de justicia lo llevará a un viaje emocional desde el bullicio del puerto hasta la serenidad del bosque. El filme cuenta con un elenco destacado, encabezado por Daniel Antivilo en el papel de Ricky Palace, y acompañado por reconocidos actores como José Soza, Nathalia Galgani, Daniel Muñoz y Alejandro Goic. La música original, compuesta por Sebastián Orellana, añade una capa adicional de autenticidad y emoción a la narrativa. En Palco conversó con Andrés Nazarala sobre el proceso creativo detrás de “Los Años Salvajes”, las influencias que moldearon la historia y cómo Valparaíso se convierte en un personaje más dentro de la película. Revisa la entrevista completa a continuación: