Muchas veces el prejuicio nos gana. Sin saber de qué se trata, a simple vista, una comedia romántica protagonizada por Channing Tatum y Scarlett Johansson no tenía mayor atractivo ni interés, sin embargo, no podía estar más equivocado, porque “La otra cara de la luna” (Fly me to the moon), la nueva cinta que reúne a ambos artistas, es un divertidísimo proyecto, con grandes interpretaciones, momentos emotivos, y sobre todo, un brillante guion que juega con la realidad y la ficción. Dirigida por el especialista en series de televisión, Greg Berlanti, la historia del filme nos sitúa perfectamente a finales de la década de los sesenta en Estados Unidos. El país acaba de cruzar una vorágine social: la Guerra Fría; la cruenta Guerra de Vietnam, y los asesinatos de los Kennedy, por lo que necesita un nuevo objetivo para volver a unir a sus ciudadanos bajo una misma bandera, y este será ganar la carrera espacial contra la Unión Soviética. Para lograrlo, el enigmático representante del Gobierno, Moe Berkus ( Woody Harrelson), contrata a la reina de la publicidad Kelly Jones (Johansson), una neoyorquina implacable, capaz de vender lo imposible, para que viaje a Florida y le de una nueva cara a la NASA. Sin embargo, en Cabo Cañaveral, la recibirán el ingeniero y ex aspirante a astronauta, Cole Davis (Tatum) y su equipo, quienes deben lidiar con la falta de presupuesto, el poco tiempo y la desconfianza de los políticos. La llegada de Kelly revolucionará a todo el mundo, y en un comienzo chocará frente a la actitud ultraconservadora de Davis, pero a medida que se empiezan a ver resultados positivos, y la llegada del hombre a la luna se ve cada vez más como una realidad, el romance entre ambos irá naciendo. De larga duración (más de dos horas), pero que no se siente, la historia va pasando por distintas etapas, que incluyen el posicionamiento de la NASA en la televisión, la búsqueda de financiamiento y de apoyo de los senadores, e -incluso- juega hábilmente con la leyenda urbana de que el alunizaje del Apolo 11 fue una grabación en un estudio, porque uno de los temas centrales del filme es el engaño, representado por el personaje de Johansson. Uno de los aspectos más fascinantes de la cinta es como incluye los hechos reales dentro de la historia de manera divertida. Por ejemplo, para conseguir financiamiento, Kelly comienza a ofrecer publicidad a empresas reales, y en poco tiempo veremos a Neil Armstrong con un reloj Omega bajo la manga, tomando jugo Tang o utilizando ropa Fruit of the Loom (publicidades reales que sí se llevaron a cabo durante la época). Eso sí, a pesar de estar enmarcada dentro del subgénero de las “romcom”, lo cierto es que los elementos románticos por momentos quedan eclipsados, y lo más importante de “La otra cara de la luna” no es que los protagonistas queden juntos y felices para siempre, sino que cumplan su principal objetivo, y ese es que Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins pisen tierra lunar. Y aunque todos conocemos el resultado final, el guion hace lo imposible para crear expectación, emoción y dudas. Buena ambientación, una exquisita banda sonora de la época, gran química de la pareja protagonista y una historia clásica pero bien llevada, dan como resultado una comedia impecable, que podría convertirse en una de las mejores de su género. No hay que juzgar a una película por su portada. Ya está disponible en salas chilenas.
Muchas veces el prejuicio nos gana. Sin saber de qué se trata, a simple vista, una comedia romántica protagonizada por Channing Tatum y Scarlett Johansson no tenía mayor atractivo ni interés, sin embargo, no podía estar más equivocado, porque “La otra cara de la luna” (Fly me to the moon), la nueva cinta que reúne a ambos artistas, es un divertidísimo proyecto, con grandes interpretaciones, momentos emotivos, y sobre todo, un brillante guion que juega con la realidad y la ficción. Dirigida por el especialista en series de televisión, Greg Berlanti, la historia del filme nos sitúa perfectamente a finales de la década de los sesenta en Estados Unidos. El país acaba de cruzar una vorágine social: la Guerra Fría; la cruenta Guerra de Vietnam, y los asesinatos de los Kennedy, por lo que necesita un nuevo objetivo para volver a unir a sus ciudadanos bajo una misma bandera, y este será ganar la carrera espacial contra la Unión Soviética. Para lograrlo, el enigmático representante del Gobierno, Moe Berkus ( Woody Harrelson), contrata a la reina de la publicidad Kelly Jones (Johansson), una neoyorquina implacable, capaz de vender lo imposible, para que viaje a Florida y le de una nueva cara a la NASA. Sin embargo, en Cabo Cañaveral, la recibirán el ingeniero y ex aspirante a astronauta, Cole Davis (Tatum) y su equipo, quienes deben lidiar con la falta de presupuesto, el poco tiempo y la desconfianza de los políticos. La llegada de Kelly revolucionará a todo el mundo, y en un comienzo chocará frente a la actitud ultraconservadora de Davis, pero a medida que se empiezan a ver resultados positivos, y la llegada del hombre a la luna se ve cada vez más como una realidad, el romance entre ambos irá naciendo. De larga duración (más de dos horas), pero que no se siente, la historia va pasando por distintas etapas, que incluyen el posicionamiento de la NASA en la televisión, la búsqueda de financiamiento y de apoyo de los senadores, e -incluso- juega hábilmente con la leyenda urbana de que el alunizaje del Apolo 11 fue una grabación en un estudio, porque uno de los temas centrales del filme es el engaño, representado por el personaje de Johansson. Uno de los aspectos más fascinantes de la cinta es como incluye los hechos reales dentro de la historia de manera divertida. Por ejemplo, para conseguir financiamiento, Kelly comienza a ofrecer publicidad a empresas reales, y en poco tiempo veremos a Neil Armstrong con un reloj Omega bajo la manga, tomando jugo Tang o utilizando ropa Fruit of the Loom (publicidades reales que sí se llevaron a cabo durante la época). Eso sí, a pesar de estar enmarcada dentro del subgénero de las “romcom”, lo cierto es que los elementos románticos por momentos quedan eclipsados, y lo más importante de “La otra cara de la luna” no es que los protagonistas queden juntos y felices para siempre, sino que cumplan su principal objetivo, y ese es que Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins pisen tierra lunar. Y aunque todos conocemos el resultado final, el guion hace lo imposible para crear expectación, emoción y dudas. Buena ambientación, una exquisita banda sonora de la época, gran química de la pareja protagonista y una historia clásica pero bien llevada, dan como resultado una comedia impecable, que podría convertirse en una de las mejores de su género. No hay que juzgar a una película por su portada. Ya está disponible en salas chilenas.